Desde las cinco de la mañana, Doña Chilito iniciaba su jornada, recorriendo las calles de Jinotepe para conseguir la leche fresca, ingrediente fundamental de su deliciosa bebida. Con su carretilla de metal y su inseparable mesa de madera, ofrecía no solo su tradicional fresco de cacao, sino también otras bebidas refrescantes como chía con tamarindo. Su esfuerzo diario le permitió sostenerse económicamente durante más de dos décadas, pese a los altibajos en las ventas.
"Yo tengo más de 20 años de vender aquí. Hice mi clientela desde que vivía por el Juan José Rodríguez, diario pasaban los estudiantes a comprarme cuando el fresco valía un peso", recordaba con nostalgia la trabajadora mujer de 65 años, quien hasta hace pocos días seguía ofreciendo su producto en la acera contigua a La Curacao.
Sin embargo, en los últimos meses su salud se fue deteriorando, impidiéndole salir a vender como solía hacerlo. Con la fortaleza que siempre la caracterizó, intentó mantenerse en su rutina, pero la enfermedad avanzó rápidamente, apagando su luz y dejando un vacío en las calles jinotepinas.
Clientes fieles, quienes cada mañana esperaban su llegada, lamentan profundamente su pérdida. "Ella era una mujer trabajadora, de esas que ya casi no se ven. Su cacao era el mejor y ella siempre tenía una sonrisa para todos", comentó entre lágrimas una de sus clientas habituales.
Con su partida, Jinotepe pierde más que a una vendedora; pierde a un símbolo de esfuerzo y dedicación. Su legado queda grabado en el recuerdo de quienes, con cada sorbo de su fresco de cacao, encontraron un momento de alegría y sabor en su ajetreado día.
Descanse en paz, Doña Chilito.
